Hay un personaje interesante que no se conformó con meajas
de la vida terrena e hizo todo cuanto estuvo al alcance de las potencias y
facultades humanas por trascender al hombre y colocarlo en el centro del mundo
hasta elevarlo a un estado espiritual insospechado. Le tocó vivir una época de
notables contrastes dentro de dos movimientos culturales de suma importancia:
el Renacimiento y el Humanismo. Él fue Giovanni Pico della Mirandola
(1463-1494), italiano, discípulo de Raimundo Lulio y Marsilio Ficino; pasó a la
historia como un gran erudito, humanista, filósofo, teólogo y místico. Breve,
su vida; rico, su pensamiento.
Lo importante del pensamiento de Pico della Mirandola es
que, entre otras cosas, señala pautas que pueden hacer posible la
transformación de la vida personal, condición sin la cual no es factible la
generación de un cambio en la sociedad para lograr un clima de tolerancia y
convivencia pacífica. Ciertamente, della Mirandola aportó un gran mensaje a la
gente de su tiempo, pero aún tiene mucho qué decir al hombre del siglo XXI. El
suyo es un mensaje humano y divino, trascendente, vital.
La etapa que antecedió inmediatamente al Renacimiento, la
Edad Media, se caracterizó por un orden debidamente establecido por Dios; en
todo había una perfecta armonía, pues era producto de un plan divino y estricto
donde todos ocupaban el lugar debido. De manera que, para el hombre medieval,
Dios es el eje de todo cuanto existe. Podría decirse que la cosmovisión, las
ideas, los valores y las actividades de los medievales fueron expresiones de la
intensa fe cristiana. Pico della Mirandola intenta recuperar la dignidad del
hombre pero para volcarlo hacia Dios, lo cual significa que su misticismo
deriva mediatamente de la Edad Media. Abre dimensiones humanas que tocan lo
divino, se proyecta a la suma trascendencia, va más allá del conocimiento
racional; intuye, a través de la fe, que el hombre puede llegar a dimensiones
jamás vislumbradas por la razón; ve la esencia y la grandeza del hombre en la
capacidad ilimitada de superación humana y espiritual, en lograr y fijar un
puesto, una imagen trascendente por propia elección, pues gracias a la libertad
está colocado en "el centro del mundo"; el hombre es el rey de las
cosas inferiores y cuenta con la suficiente capacidad de trascenderlas.
En su célebre Oratio…, Pico exhorta a "que se apodere
de nuestra alma una cierta santa ambición de no contentarnos con lo mediocre,
sino anhelar lo sumo y tratar de conseguirlo con todas nuestras fuerzas",
a dejar "atrás todo lo que es mundo". Enseña que, para subir por la
escala que lleva a Dios, es preciso partir del amor: "Si con el amor nos
apegamos ardientemente al mismo y solo Artífice con aquel fuego devorador, nos
inflamaremos de repente en forma seráfica".
Pico della Mirandola